domingo, 9 de junio de 2019

HUESCA o el Embrujo Español en Michel del Castillo

Huesca o el embrujo español en 
Michel del Castillo

Juan Miguel Borda Lapébie
Profesor Adjunto de Francés
Facultad de Humanidades y C.C. de la Información
Universidad San Pablo-CEU


HUESCA COMO ESPACIO AUTOBIOGRÁFICO

La búsqueda del pasado, en el marco autobiográfico del “yo”, entendida como catártico adentramiento en las profundas y sombrías entrañas del ser, en un desesperado ejercicio funambúlico de supervivencia, bien podría definir la obra del escritor hispanofrancés Michel del Castillo. Dicha obra cuya arquitectura aparece fundamentada en un permanente diálogo entre dos mundos, Francia y España, fruto de una dramática coyuntura política, marcada por enfrentamientos bélicos - la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial - está estrechamente vinculada a una ciudad: Huesca. La ciudad de Huesca, como plasmación urbana de una desasosegada percepción de un entorno sociopolítico, la España de Franco, vista desde la perspectiva autobiográfica del exilio, los campos de internamiento y los orfanatos, se erige pues en espacio mítico de una experiencia vital, en una buena parte de la extensa producción novelística del autor, de la que destacaremos tres títulos - Le manège espagnol (1960), La nuit du Décret (1981) y Le crime des pères (1993) - objeto de nuestro estudio.

HUESCA COMO REFERENTE METONÍMICO DE ESPAÑA

En cada una de estas obras, la presencia mítica de Huesca brota de una misma fuente: el sortilegio del pasado. Este elemento - igualmente asociable a otra obra del autor (Le sortilège espagnol) - generador de una actitud vital de ensimismamiento, constituye al mismo tiempo un punto de partida, inserto en un espacio urbano, alumbrador de unos recuerdos que, acrisolados en el acto de escritura, liberan al propio "yo" del autor de su desintegración. La re-creación por la escritura, en territorio oscense, del obsesivo y recurrente movimiento circular del manège o tíovivo, se inscribe pues en una función de purificación ontológica. Tal vez sea en las primeras páginas del Crime des pères, donde mejor se refleje esta catarsis escritural, a costa de la desgarradora recuperación de inconexos y deshilachados retazos del pasado, plasmados en términos de viaje iniciático, en medio de la incertidumbre y zozobra, por el reencuentro con un pasado poco grato para el recuerdo:

"Ignoraba qué iba a buscar en Huesca. ¿Un reconocimiento? Tal vez un desmentido, una manera de reparar mi imagen mutilada. En realidad, ni siquiera estaba seguro de alegrarme ante la idea de volver a ver esa pequeña ciudad en la que creí haber alcanzado la máxima desesperación. Intenté en vano reunir mis recuerdos que se iban deshilachando a medida que los recordaba. [...) Mi corazón, conforme mis ojos se alzaban para interrogar el horizonte golpeaban mis sienes”.1

Por ello, Huesca actúa, en las tres obras, como referente metonímico, representativo de una España del pasado, cargada de sombríos recuerdos. En este sentido, no perdamos de vista los títulos de los textos elegidos, totalmente coincidentes con la propia naturaleza metonímica de Huesca: la muerte (Le crime des pères), la noche (La nuit du Décret) y el embrujo (Le manège espagnol). En ellos, queda perfectamente recogida esa ambivalente percepción de la ciudad, extensiva al conjunto del país, mezcla de rechazo y fascinación.

Por un lado, el duelo y la noche acompañan constantemente, en las tres obras, las imágenes con las que el autor evoca la ciudad de Huesca, inmersa en una asfixiante atmósfera de intrigas y mojigatería. En Le manège espagnol, el mentidero de la ciudad, foco de bisbiseos y conspiraciones, se sitúa en el parque público, en cuyo espacio se halla la concurrida terraza, regentada por Lucas Sánchez, símbolo del arribismo social y réplica hispana de Julien Sorel, en la Francia de la Restauración. El reverso de la ciudad, incesantemente agitada por mezquinos intereses provincianos, se plasma en el personaje de Carlos Sánchez - hijo de Lucas - El Loco, figura quijotesca del Ideal español, huido del corrupto entorno urbano para lanzarse, en la árida sierra oscense, a la predicación entre los pobres de su Buena Nueva. Huesca, por un lado, y, por otro, su entorno rural, surcado por Carlos, en su misión redentora, en pos de un retorno al primitivo espíritu evangélico del cristianismo, presentan respectivamente dos visiones antagónicas de España: la España vencedora (la pujante burguesía de la ciudad) y la España vencida (los desheredados del espacio rural). A un nivel simbólico, con la muerte de Carlos, a manos de sus enemigos de la ciudad, muere también una España, inscrita en la trayectoria biográfica y creativa de del Castillo, en términos de justicia social y búsqueda de un ideal espiritual.

"Carlos Sánchez había muerto y cada uno se preguntaba qué había desaparecido con él. Sentado en uno de los bancos que bordean el paseo del parque [Mosén Risueño] lloraba por Carlos y, sin saber por qué, también por España".2

La Huesca del duelo y la noche aparece igualmente omnipresente, en La nuit du Décret, a través de la sombra que sobre la ciudad proyecta la figura del inspector de policía, Avelino Pared. Aunque transcurriendo en un periodo cronológicamente más próximo, la Transición, la novela refleja una sombría y fúnebre atmósfera de putrefacción, en consonancia con una época que asiste al surgimiento de algo nuevo, la democracia, sin conseguir por ello librarse aún del lastre del pasado. Como la adormecida Vetusta o la España machadiana que bosteza, Huesca, en La nuit du Décret, se convierte, por medio de la figura de Avelino Pared, en un lúgubre espacio fúnebre de ensoñación mineral. En la novela, Huesca y el inspector constituyen una misma entidad, incardinada en un común universo espectral:

"[Avelino Pared] parecía soñar con los ojos abiertos. [...] Pero su sueño era un sueño mineral".

"Sobre la ciudad se cernía un silencio opresor del que salían ruidos aislados rápidamente sofocados. Le [Avelino pared] ví atravesar el Coso, cubierto por copos de nieve que desdibujaban su silueta".3

Por otra parte, el joven policía, Santiago Laredo, trasladado a Huesca, procedente de Murcia, tampoco logrará sustraerse al fúnebre encantamiento de la ciudad. Cautivo de la maléfica sombra que la envuelve, desde la espectral figura del inspector, su estancia en Huesca se convierte en un progresivo e imparable proceso de desintegración interna cuya culminación se materializa en la muerte de Pared, asesinado por él a tiros. Obligado a tomar el camino del exilio para eludir la acción de la justicia, Laredo elegirá como lugar de residencia la ciudad francesa de Pau. En ella, ya fuera del alcance del maleficio oscense, la fisionomía urbana de la capital bearnesa cobra ante él un nuevo rostro, luminoso y limpio, el del retorno a la vida, quedando atrás, como si de un sueño se tratara, Huesca y sus espectros:

"[En Pau], al atardecer, me paseé por las calles limpias y tranquilas. Desde el bulevar, contemplé los Pirineos. El cielo estaba despejado, la luz era nítida".4

La Huesca del duelo y la noche se confunde igualmente, en las tres obras de del Castillo, con la España necrofílica que vive para sus muertos, convirtiéndolos en objeto de veneración y culto, cuando en vida apenas han sido objeto de atención y reconocimiento. Las maldicientes Doña Mariana y Doña Antonia del Manège espagnol, siempre al acecho de todo cuanto en la ciudad se relacione con chismorreos e intrigas, se recrean mutuamente en relatos que giran en torno a fallecimientos y veladas fúnebres, en donde no falta ningún detalle a cual más morboso. En el transcurso de uno de estos encuentros, Doña Antonia no puede ocultar ante Doña Mariana su indignación por la actitud de la viuda del último muerto al que ha velado, por no haberse hallado presente ésta junto al cuerpo de su difunto esposo. Para ella, el peor pecado, incluso por encima del adulterio, en el que puede caer la mujer española, es el de negarse a acompañar, en sus últimas horas, a su marido muerto. En esta línea, el duelo y la noche, reflejo de una España saturnal que devora a sus propios hijos, nos remiten, desde la intertextualidad, en Le Crime des pères, en el marco de la fúnebre y desolada estación de Huesca, al espacio mítico de la Rusia de las almas muertas, recreado por los novelistas rusos del XIX. Al mismo tiempo, en este universo espectral de muertos vivientes, la Huesca real de los recuerdos autobiográficos acaba fundiéndose, en esta novela, con la Huesca mítica del universo de ficción. En ella, en el transcurso de la peregrinación oscense, se entremezclan, como en un sueño, las imágenes de lo vivido años atrás con la escena de Santiago Laredo persiguiendo a Avelino Pared para matarlo. En términos más generales, esa Huesca - referente metonímico de España - putrefacta y descompuesta, evocada en estas tres novelas, se halla también presente en el conjunto de la obra, de temática española, de Michel del Castillo, que de este modo puede leerse como un ininterrumpido discurso monográfico, compartimentado en unidades textuales (novela o ensayo), en permanente diálogo entre sí. Ese totum revolutum, centrado en torno al referente español, que constituye la producción literaria del autor, transcurre así sobre la base de una dinámica de creación mediante la cual la realidad se convierte en sueño y el sueño en realidad, en las coordenadas de un realismo mágico. Podemos verlo, en Le Manège espagnol, cuando el autor evoca las desiertas calles de Huesca, aplastadas por una sofocante canícula, por las que se oyen, desde las ventanas abiertas de las casas, los informativos radiofónicos con noticias procedentes del extranjero, como un eco lejano perdido en la irrealidad de un soñoliento universo que se debate entre la vida y la muerte. También, en esta novela, esta vez, fuera del ámbito urbano de Huesca, en el igualmente fúnebre y tedioso Madrid estival, vemos irrumpir, en un decorado cuasi onírico, a unos turistas franceses que han acabado sucumbiendo al letal letargo de la capital. Por otra parte, este retorno a la vida que, como hemos visto, parece vislumbrarse en el final de La nuit du Décret y que se opera con el paso de un entorno urbano a otro, detrás de los Pirineos, cobra especial relevancia en las coordenadas míticas de la obra de Michel del Castillo, vertebrada sobre la base del esquizofrénico y atormentado encuentro de dos mundos: Francia y España. En Le Crime des pères es igualmente la ciudad de Huesca, a la que el autor peregrina, tras varias décadas de vida en Francia, la que acompaña su discurso en torno a su propia arquitectura existencial, a caballo entre dos culturas. Los sentimientos relativos a España presentes en la obra, que, mediante el acto de escritura, el autor se afana por rescatar de las zonas más oscuras y adormecidas de su conciencia, surgen disparados, como el corcho de una botella, desde el registro de una sangrante emocionalidad, por parte de un ser al que ha tocado padecer los avatares de la Historia.
HUESCA O EL ACTO DE ESCRITURA COMO PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE DOS MUNDOS
El lenguaje del odio con el que Michel del Castillo arropa su discurso sobre España aparece estrechamente ligado a la iconografía de la Guerra Civil y el franquismo. Grabados para siempre en su memoria, los episodios relacionados con este periodo histórico pueblan las evocaciones literarias de ese conjunto de ciudades - entre las cuales Huesca juega un papel tan destacado - que han jalonado la juventud española del autor. En Le manège espagnol, mediante la descripción del desolador aspecto del Casino oscense, reconvertido en hospital militar de un harapiento ejército o en Le Crime des pères, con la evocación del Madrid republicano de los puños cerrados, las propias sonoridades de la lengua castellana resuenan en ecos de odio y locura colectiva, en contraposición con el francés, receptáculo lingüístico de la dulzura y armonía del mundo:
"Mi odio a España se hallaría oculto en alguna zona inaccesible de mi ser. El lenguaje se encargaría de sacar a flote todo aquello que permanecía escondido".5
“En el exterior, el universo estaba lleno de odio. En las calles, los transeúntes tenían feroces miradas. Desfilaban con los puños cerrados, agitaban banderas y fusiles. En cuanto las primeras palabras de español empezaron a retumbar en mis oídos, reconocí mi odio.[ ...] Desde mi tierna infancia,- el francés fue para mí la lengua de las confidencias. "6
El francés, como lengua en la que se cristaliza el propio acto de escritura, actúa de este modo, en la obra de Michel del Castillo, como lenitivo sobre el escozor de las heridas españolas. La escritura francesa surgida del odio español, o lo que es lo mismo, del amor despechado, se torna, en Le Crime des pères, en sereno reencuentro con el pasado, al término de la estancia en Huesca. Mediante la escritura, del Castillo toma conciencia de la vacuidad de su anterior visión maniquea del mundo, dividida en dos bandos, al igual que la excluyente y dogmática iconografía franquista. Más allá de esa dicotomía, y sin caer en la tentación xenófoba, pero en sentido inverso, de gran parte de los personajes del Manège espagnol, acérrimos enemigos de todo lo procedente del extranjero y concretamente de lo francés, el reencuentro con España, va de la mano del propio acto de escritura que se erige en conquista existencial:
“Sigo desgarrado. Tal vez sea ése nuestro destino, el de todos aquellos niños de un siglo de violencia, el de vivir y sentir ese desgarro. Al menos ahora sé donde se sitúa la fractura. [...] No se trata del Bien y del Mal, la Verdad y el Error, simplemente de la conquista de una lengua donde poder depositar los sufrimientos”.7
HUESCA COMO SIMBIOSIS ENTRE LOS ESPACIOS URBANO E IDEOLÓGICO
Estas tres obras, aunque vinculadas entre sí por un marco geográfico común, se articulan respectivamente en torno a registros claramente diferenciados unos de otros: la parodia (Le manège espagnol), el realismo (La nuit du Décret) y la autobiografía (Le Crime des pères). La descripción de Huesca, a imagen de la panorámica vista de Vetusta, desde lo alto de la catedral, ofrecida por Clarín en las primeras páginas de La Regenta, arranca en Le manège espagnol, siguiendo la tradicional fórmula realista de la novela del XIX, con una visión general de la ciudad, en la que la geografía arquitectónica se entrevera con la humana. Desde un recorrido visual que estratifica la ciudad en función de sus distintos asentamientos sociales, Huesca aparece recortada en varios segmentos, habitados cada uno de ellos por una población específica. Los tres ejes de la ciudad, insertos en la obra, reflejan de este modo en su conjunto una clara compartimentación de los distintos estamentos sociales de la época por la cual los más desfavorecidos quedan excluidos del núcleo úrbano, alojados en las afueras, en barracones o incluso cuevas:
“Las grandes familias residen en la avenida del General Franco que bordea el parque. Los comerciantes y los funcionarios, en el Coso. La pequeña burguesía se asienta en la parte alta de la ciudad. Los pobres se alojan en cuevas, cabañas de madera o casas prefabricadas, al otro lado de la colina”.8
La Huesca del Manège espagnol concentra así, en su espacio urbano, una clase media en plena pujanza, a la sombra de una sociedad que, dejando atrás la España del hambre, empieza a sustituir la pureza de unos ideales por el afán especulativo, en puertas de una década de desarrollismo. Pero más allá de esta primera toma de contacto con la ciudad de Huesca, por parte del lector, resulta importante incidir, fundamentalmente en Le manège espagnol, en la estrecha relación entre el espacio urbano y el espacio ideológico. En la obra, el acoplamiento entre ambos planos se explica por la propia naturaleza paródica de ésta. En efecto, la lente de aumento con la que el autor enfoca la realidad sociopolítica de la España de los 50, hasta extremos burlescos, rayanos en el esperpento nacional, convierte Huesca en un grotesco guiñol o tíovivo por donde van desfilando - o girando - como en las farsas medievales, a través de un sinfín de personajes, toda una serie de representaciones de estereotipos culturales, políticos y religiosos inherentes al anterior régimen. Este tono de farsa que envuelve la Huesca del Manège espagnol y que explica la íntima relación entre el espacio urbano y el espacio ideológico, se manifiesta, en primer lugar, en la elección de los nombres de los personajes representativos de los distintos estamentos sociales. El padre Risueño, el teniente general Camaleón, la maestra Doña Tardía, la influyente señora de Carros, la condesa de Rosatonta...pueblan un universo esperpéntico, en clave de humor, emparentado, sin duda alguna, con el de Gide, en Las cuevas del Vaticano o Los monederos falsos, desde un mismo ángulo de crítica del orden establecido. Es por tanto, en el marco de la parodia, donde Le manège espagnol ofrece una íntima relación entre el espacio urbano y el ideológico. En una época en que la clase dirigente empieza a ver en la Monarquía, representada por Don Juan, un medio de perpetuar el Régimen y encarrilarlo por una vía de aperturismo político, dejando atrás el viejo ideario falangista, el Gobernador de Huesca, que aún no ha abrazado la causa monárquica, y víctima por ello de un creciente aislamiento político, habita en un palacio curiosamente situado en una zona apartada de la ciudad:
“Esa parte de la ciudad que se llama Ensanche era un barrio nuevo sin árboles ni flores. El palacio del gobernador se erigía de este modo al margen de la ciudad, en un simbólico aislamiento”.9
Igualmente, el palacio de Abastos, sede administrativa de la ciudad, que agrupa a varios centenares de funcionarios, ociosos y sin ningún tipo de atribuciones, con los que Madrid no sabe qué hacer, representa la absurda vacuidad de un Régimen, basado en el pesado e inoperante Estado burocrático:
“Este inmenso palacio aragonés que data del siglo XVII, albergaba a novecientos funcionarios. Nadie era capaz de decir qué hacían. Sus servicios habían desaparecido desde hacía cinco años. Pero el Estado no sabía qué hacer con sus empleados”.10
La España de los grandes discursos rimbombantes y huecos, metafóricamente representada por el palacio de Abastos, en un país aún dominado por el hambre y la miseria, se halla también reflejada, en Le Crime des pères, a través de la descripción de los destartalados locales de la Sección Femenina de Huesca:
“[Pilar] intentaba disimular su impotencia tras una fastuosa retórica, aderezada con mayúsculas. La Raza y el Imperio escondían la vetustez y estrechez de los locales, las rutinas administrativas, la desgarradora miseria que se sentía incapaz de aliviar”.11
En Le manège espagnol, en el polo opuesto, frente a estos enclaves urbanos símbolicamente ligados a las palpables grietas del edificio franquista, otros puntos de la geografía oscense, evidentemente situados en lugares destacados de la ciudad, aparecen estrechamente vinculados a los aún vigorosos centros neurálgicos de poder tanto espiritual como temporal. En el ámbito del poder espiritual, el obispo, representante máximo de la Iglesia, en su diócesis, reside en un palacio que domina la ciudad entera:
“El obispado se halla a la izquierda de la catedral. [...] Desde su habitación, Monseñor domina el conjunto de su rebaño. Por un lado, los ciudadanos respetables y, por otro, aquellos a los que llama sus hijos desheredados y bien amados”.12
Paralelamente, la elegante parroquia de San Lorenzo, regentada por el padre Risueño, en pleno centro de la ciudad, a proximidad del parque, reagrupa en torno a ella a la alta sociedad oscense, en las mismas coordenadas míticas en las que, en otra ciudad de la obra, Madrid, se inscribe la iglesia de la Concepción, en el aristocrático barrio de Salamanca.
“Su parroquia [San Lorenzo], no lejos del parque, era la más opulenta de Huesca. En la misa de doce y media, los domingos, se puede ver a toda la burguesía acomodada de la ciudad, luciendo un vestuario impecable pero pasado de moda”.13
Objeto de consideración por parte de la Iglesia, con la que colabora asiduamente, en busca de un ascenso social, a través de generosos donativos procedentes de las ganancias reportadas por sus turbios tejemanejes, Lucas Sánchez, dueño de la más afamada terraza de la ciudad, en la que se da cita lo más selecto de la sociedad oscense, representa otra figura importante de la geografía humana del Manège espagnol. Su negocio, ubicado en el parque, constituye una pieza clave del entramado que conforma el entorno bienpensante de la ciudad de Huesca. Espacio ideológico del nacionalcatolicismo ambiental de la época, el establecimiento de Sánchez, indiscutiblemente marcado por el sello del Régimen, se erige en garante del Orden. En él se reúnen los estudiantes de los colegios religiosos, los soldados, los notables, el clero... haciéndose observar a todos las severas normas que en él imperan. El microcosmos oscense de la terraza y el parque, hervidero de intrigas y maledicencias, se erige, en definitiva, en partitura de una España del tedio y el odio, ligada en el autor francés a una identidad rota que sólo el propio acto de escritura es capaz de recomponer. Una España mutilada y muerta, en la que ni siquiera cabe el menor atisbo de fe en un futuro más prometedor. Una España, esclava de su sino en cuya desértica llanura aragonesa, en medio de la cual yace la ciudad de Huesca, está grabada a fuego y sangre la agonía de su propia Historia. Una Historia que, terca y dolorosamente, clavada en lo más hondo, más allá del tiempo y el espacio, parece ignorar los recientes cambios en ella inscrita.


NOTAS
[1] CASTILLO, Michel del: Le crime des pères, Paris, Seuil, 1993, p.31.
[2] CASTILLO, Michel del: Le manège espagnol, Paris, Julliard, 1960, p.460.
[3] CASTILLO, Michel del: La nuit du Décret, Paris, Seuil, 1981, p.30.
[4] Ibid., p.325.
[5] CASTILLO, Michel del: Le crime des pères, p.13.
[6] Ibid. pp. 16-17.
[7] Ibid. p.293.
[8] CASTILLO, Michel del: Le manège espagnol, p.25.
[9] Ibid. p.22.
[10] Ibid. p.48.
[11] CASTILLO, Michel del: Le crime des pères, p.65.
[12] CASTILLO, Michel del: Le manège espagnol, p.25.
[13] Ibid. p.28.

© Juan Miguel Borda Lapébie 2002 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid 



viernes, 22 de marzo de 2019

La Colonia Judia de San Petersburgo entre el S XVIII y 1917

Historia de la colonia judía de San Petersburgo en la Rusia prerrevolucionaria

La historia de la colonia judía de San Petersburgo puede ser dividida en dos períodos: a partir de los finales del siglo XVIII hasta los años 1850 y a partir de las reformas liberales de los 1860 hasta el año 1917. En el primer período eran habitantes temporales, y su número era de unas centenas de personas. En el segundo período surgió una colonia donde había no sólo habitantes temporales, sino también habitantes permanentes, su número crecía poco a poco y superó diez mil personas. Aparecieron organizaciones y prensa judías. Los años 1860 fueron el punto de cambio, fue en aquel entonces cuando en San Petersburgo por primera vez se formó una colonia judía permanente.
En el curso de los siglos XIV-XVIII los judíos fueron súbditos del Gran Ducado de Lituania, que abarcaba en aquel entonces los territorios de Bielorusia y Ucrania. En la segunda mitad del siglo XVII como resultado de la Rebelión de Bogdan Jmelmytsky el Margen izquierdo de Ucrania se hizo parte de Rusia. Allí vivían muchos judíos, pero durante aquel período de luchas encarnizadas y duraderas muchos de ellos murieron, los que lograron sobrevivir huyeron a Polonia. Como resultado durante unos cincuenta años Rusia tuvo entre sus súbditos una población judía poco numerosa del Margen izquierdo de Ucrania. Después de la muerte de Pedro I fueron publicadas varios decretos sobre la expulsión de los judíos fuera del Imperio Ruso. Los decretos no siempre se cumplían, pero hacia mediados del siglo XVIII Rusia oficialmente (aunque no realmente) se quedó sin población judía: se les prohibió no sólo la residencia permanente, sino tampoco las visitas temporales a Rusia. Así mismo en San Petersburgo durante casi un siglo después de su fundación entre los habitantes casi no hubo judíos. La excepción fueron unos judíos extranjeros, en su mayoría cristianos. Por ejemplo, en la corte de Pedro I y luego en la de Anna Yoánnovna hubo un bufón de apellido Lacosta que provenía de una familia de judíos marranos. La carrera más exitosa fue la de António Manuel de Vieira (conocido en Rusia como Antón Manuílovich Devier). Fue hijo de un judío portugues, Pedro I lo trajo de Holanda y lo nombró en 1703 el primer jefe de policía de San Petersburgo. En 1726 de Vieira Vieira fue ascendido a conde, pero pronto cayó en desgracia. Después de haber estado exiliado en Siberia volvió a San Petersburgo en 1743 donde de nuevo ocupó el cargo del jefe de policía pero fallecióal cabo de dos años.
A finales del siglo XVIII-principios del XIX como resultado de las Particiones de Polonia Rusia obtuvo aproximadamente un millón de súbditos judíos. En aquel entonces a los judíos que habitaban los antiguos territorios polacos se les permitió establecerse en Jersón, Crimea, así como en las provincias de Kiev, Chernigov y Poltava. Este decreto de hecho creó la futura Zona de residencia o de asentamiento, ya en aquel entonces a los judíos se les prohibía la residencia (e incluso la estancia) fuera de las provincias citadas. Más tarde, en 1815 Rusia incorporó el así llamado Zarato (reino) de Polonia con un medio millón de judíos. A finales del siglo XVIII los judíos podían venir a San Petersburgo sólo con una autorización especial, o de manera medio legal cuando las autoridades no lo vigilaban mucho, o ilegalmente. A finales del reinado de Catalina II apareció una pequeña colonia de personas ricas o de las que ocupaban altas posiciones, así como de extranjeros.
La situación cambió en 1805 cuando entró en vigor el Reglamento judío de 1804. Este reglamento correspondía al ambiente liberal de los primeros años del reinado de Alejandro I y empezaba con un decreto que otorgaba a los judiós el derecho de estudiar en todas las escuelas, colegios y universidades y anulaba la prohibición de salir fuera de la Zona de residencia. Los mercaderes, fabricantes y artesanos obtuvieron el permiso de residencia temporal (junto con las familias) en las provincias interiores. La colonia judía en San Petersburgo creció y dentro de ésta surgió una capa social que antes no había existido - los artesanos. La cantidad total de la colonia judía en San Petersburgo en aquel entonces equivalía a 370 personas. Entre los artesanos había sastres, zapateros, tintoreros de pieles, empapeladores, torneros, grabadores de sellos, joyeros, bordadores en oro, etc., así como dos afinadores de instrumentos musicales.
Durante la lúgubre época de Nicolas I la condición de los judíos empeoró tanto en Rusia en general, como en San Petersburgo. Se publicó la orden de acuerdo a la cual los judíos que vivían en la capital “sin ocupación ninguna” se exiliaban, como consecuencia la colinia se redujo bastante.
La novedad de aquel período fue la aparición en la capital de una categoría nueva de habitantes que eran los soldados judíos. En 1827 el servicio militar se hizo obligatorio para los judíos. La cuota de reclutas para los judíos era más alta que para otros habitantes, no había restricciones según el estado de salud. Por eso muchos judíos servían en las tropas de servicios auxiliares. A fines de rusificación a los judíos se los mandaba a servir a las provincias y ciudades donde no había población judía, incluso a Moscú y San Petersburgo. Durante el reinado de Nicolas I la mayoría de los judíos de San Petersburgo eran soldados.
Otra consecuencia de aquella legislación fue la aparición en San Petersburgo de una cierta capa de hebreos cristianos. Los bautismos empezaron aún en la segunda mitad del reinado de Alejandro I. En equel entonces tocaron a la parte más avanzada desde el punto de vista social y más educada de la población judía; se convertían en cristianos por que ya habían roto sus enlaces culturales con su pueblo. El bautismo en aquella época llevaba a la asimilación, ya que los hijos de los bautizados se casaban con cristianos.
Cantidad
Al raíz de las reformas (de acuerdo a los datos de 1858) la colonia judía de San Petersburgo contó con 552 personas.
Después de las reformas de Alejandro II los judíos constantemente ocupaban el cuarto lugar entre los grupos no rusos, o sea de 1 a 2 % de la población de San Petersburgo. En 1869 el número de habitantes judíos equivalió a 6.7 mil personas, en 1881 — 17 mil, en 1910 en San Petersburgo vivieron 35 mil judíos.

Época de las reformas: leyes nuevas
Los años 1860 se suele llamarlos “la época de grandes reformas”.
En 1861 se les dió la libertad a los siervos de la gleba. En los años posteriorews las universidades recibieron autonomía, se realizaron la reforma del gobierno local, la judicial, la de la prensa (de censura) y la municipal, en 1874 se introdujo el servicio militar obligatorio para todos. A pesar de numerosas contradicciones y falta de radicalismo de la mayoría de aquellas reformas, éstas provocaron varios cambios importantes e irreversibles en la vida económica, social y política de Rusia.
Sin embargo seguían existiendo leyes especiales que sólo concernían a los judíos, y para anularlas se requería una reforrma especial.
Durante la preparación de la reforma judía, así como otras reformas, se chocaban varias opiniones, y los progresistas se veín obligados a superar la resistencia de los conservadores y reaccionarios, a menudo apoyados por Alejandro II.
El primer paso hecho por el gobierno para mejorar las condiciones de vida de los judíos fue la reforma del servicio militar para los judíos, a partir del año 1855 los judíos se reclutaban de acuerdo a la cuota normal.
Lo fundamental de la política restrictiva fue la ley sobre el derecho de residencia, es decir su anulación segnificaría un cambio radical. Mientras tanto, había miedo relacionado con la residencia de los judíos fuera de la Zona de residencia.
Rrimero la residencia permanente en las provincias internas se les permitió a los extranjeros y mercaderes, pero no a todos los mercaderes, sino a los más ricos y más leales.
Luego empezó la preparación de la ley que permitiría a los judíos educados la residencia fuera de la Zona. Como resultado de todas estas discusiones aquel derecho se les prestó a los universitarios con con grados científicos, así como a los judíos mecánicos, destiladores, cerveceros y a los maestros y artesanos en general.
Después de las reformas en el curso de los años 1860 la cantidad de judíos en San Petersburgo creció trece veces.
Filiación social y ocupaciones de los miembros de la comunidad judía de San Petersburgo en el siglo 19
De acuerdo al censo de 1869 las ocupaciones típicas de los judíos eran las siguientes: costura de ropa marculina (113 sastres), costura de zapatos (102 zapateros), peletería (56 personas) 65 personas se dedicaban al tratamiento de latales. Hubo 15 relojeros y 62 joyeros.
Además de la artesanía los judíos se dedicaban también al comercio. De acuerdo al censo el número de mercaderes judíos fue grande – 871 personas. Este número enseña que la parte de esta clase social era alta entre los judíos de San Petersburgo.
El comercio más difundido eran tiendas, en total eran 3.6 mil tiendas. Se trata tanto de las tiendas de lujo en la calle Nevski, como de las tiendas pequeñas. El comercio judío por los general pertenecía a aquella última categoría. Había muchos traperos: en 19 tiendas se vendía ropa de segunda mano y sólo en 3 - ropa nueva, 11 tiendas vendían tejidos, 3 - pieles. Hubo también otros negocios para los clientes más acomodados: 3 joyerías y 3 tiendas que vendían té, café, azúcar.
Al aprobarse las leyes de 1839 y 1861 sobre los comerciantes del 1r gremio y sobre los graduados universitarios con grados científicos, en San Petersburgo apareció un grupo no muy numeroso de judíos ricos y educados.
En 1859 el comerciante E.G. Ginzburg fundó en San Petersburgo la casa de banca "I.E. Ginzburg" que pronto se convirtió en una de principales entidades bancarias de Rusia. Otro banquero conocido fue A.M. Varshavski que vino a San Petersburgo de la provincia de Poltava a principios de los 1860. Ellos dos, así como el hijo de E.G. Ginzburg, Horacio, contribuyeron mucho en la emancipación y cultura de los judíos.
A principios del siglo XX los descendientes de Abraham fundaron los bancos más importantes de San Petersburgo: la casa de banca de I. Vivilberg, banco de los Ginzburg, el Banco de contabilidad y crédito de San Petersburgo el director del cual fue A. Zak.
Los judíos tradicionalmente jugaban un papel considerable en el negocio editorial. Fue muy famosa la editorial “Brockhaus y Efron” que editó una de las mejores enciclopedias.
Otra profesión que ejercían los judíos cultos era la del médico. Esta profesión no gozaba de prestigio entre los nobles rudos, y al mismo tiempo no había otras fuentes sociales para la formación de intelectualidad (no sin motivo en Rusia había tantos médicos alemanes). Por eso se tomó la decisión a dar a los judíos el acceso a esta profesión.
Colonia judía de San Petersburgo en la historia de los judíos de Rusia
?Cuál es el lugar de la colonia judía de San Petersburgo en la historia de judíos asquenazí de Rusia? Esta colonia estaba situada bastante lejos del principal territorio étnico y se destacaba del resto del pueblo por su estado social y aspecto cultural. Los judíos de San Petersburgo se parecían poco con los judíos que vivían en Bielorusia, Lituania y Ucrania. Las diferencias en la estructura social se debían a las restricciones del derecho de residencia. en San Petersburgo había más judíos que se dedicaban a las actividades intelectuales, la mayoría eran artesanos y no había obreros no cualificados y grupos de lumpenproletariado que formaban una parte significante en las ciudades y pueblos de la Zona de residencia.
La colonia de San Petersburgo jugó el mayor o probablemente el papel decisivo en el desarrollo nacional cultural del pueblo judío de la Rusia zarista, el movimiento nacional cultural judío estaba estrechamente enlazado con San Petersburgo durante mucho tiempo.
La cultura judía en Rusia se desarrollaba en tres idiomas, en hebreo, yídish y ruso. En San Petersburgo existían las tres corrientes, pero la más importante era la rusohablante.
El movimiento nacional judío del siglo XIX se divide claramente en dos períodos – antes del último tercio del siglo XIX se desarrollaba bajo la bandera de ilustración, mientras que a partir de finales del siglo XIX adquirió el carácter de la lucha por el renacomiento nacional.
El movimiento de ilustración surgido en Prusia (y relacionado con el nombre del filósofo judío berlinés M. Mendelssohn) y recibió el nombre de Haskalá que en hebreo significa iluminismo. La esencia de la Haskalá era el paso de las formas de cultura medieval a la cultura moderna, pero exteriormente esto se manifestaba en iniciar a los judíos en la cultura europea.
La Haskalá en Rusia empezó a desarrollarse en dos idiomas, en hebreo como en idioma nacional (por medio de su reforma y creación en éste de la nueva literatura judía láica) y en ruso (lo que correspondía a la idea de los fundadores de la Haskalá alemana sobre la necesidad de ilustración en el idioma del país de residencia).
El foco de ilustración en el idioma hebreo fue Vilna que era un centro antiguo de cultura judía, el segundo centro se hizo Odesa donde en 1826 se inauguró la escuela judía de enseñanza general (con la enseñanza en alemán) que para aquel entonces fue en acontecimiento excepcional. La prensa judía se desarrollaba ampliamente.
Sin embargo después de las reformas de los 1860 Odesa cedió su lugar a San Petersburgo (en la época anterior a las reformas San Petersburgo no fue ni pudo ser el centro de la cultura judía, ya que los judíos allí no tenían derecho de residencia permanente, sólo se podía vinir un tiempo con permisos especiales). Sin embargo hay que mencionar el hecho de que a partir de las particiones de Polonia cuando millones de judíos se convirtieron en los súbditos rusos, el gobierno del zar estaba constantemente preocupado por la arreglo de la cuestión de su estado. en la capital a menudo se formaban varias comisiones para resolver la cuestión judía a las cuales llamaban desde la zona de asentamiento (para las consultas) a los representantes de la élite judía local y rabinato.
En 1859 a los mercaderes del 1r gremio se les permitió residir fuera de la Zona de residencia, en 1861 este permiso se les dió a los que tenían grados científicos, en 1879 a todos los graduados universitarios. Como resultado de estos decretos en San Petersburgo apareció un grupo de judíos cultos que en seguida procedieron a las actividades nacional culturales. En 1863 por iniciativa el barón B. Ginzburg y D.M. Brodski se formó la Sociedad para la difusión de ilustración entre los judíos de Rusia compusta de 21 personas. Su objetivo era la propagación de escrituta y lectura en ruso y de los conocimientos láicos. Poco a poco la sociedad se convirtió en una organización de miles de personas de toda Rusia con su centro en San Petersburgo y sucursales en las ciudades de la Zona de residencia. Hasta los finales del siglo XIX fue la única organización que unía a los intelectuales judíos. Los ilustradores judíos de los primeros años después de la reforma pensaban que el futuro de los judíos en Rusia estaba relacionado con el uso del idioma ruso y aproximación al pueblo ruso. Esta posición correspondía a la visión liberal de la cuestión nacional, que se trataba como una cuestión legal, o sea la igualdad total en derechos. Junto con esto las ideas de los asimiladores judíos le imponían al gobierno del zar, por eso durante los primeros años sus actividades gozaban de apoyo y protección oficial lo que facilitó la conversión de San Petersburgo en el centro de la cultura judía rusohablante. A partir los 1870 San Petersburgo se hizo el centro de la prensa judía en ruso. Durante 50 años entre 1860 y 1910 en Rusia se publicaron 39 periódicos judíos en ruso, 21 de éstos en San Petersburgo.
En los años 1880 la Haskalá agotó sus posibilidades. Entre la población judía surge una corriente los partidarios de la cual luchaban por el renacimiento nacional. Empezaron las búsquedas de otros caminos bajo la influencia de los pueblos europeos que habían podido lograr éxito en su lucha por el renacimiento nacional. El impulso para la difusión de las ideas nacionales entre los judíos fue el brote de antisemitismo, no sólo en Rusia, sino también en Europs, en especial en Alemania, donde los judíos ya habían logrado la emancipación y caso se habían asimilado. Esto puso en duda la idea de que era posible resolver la cuestión judio con los medios de emancipación civil y asimilación. A principios del siglo XX los judíos empezaron a tomar parte en el movimiento social-demócrata tanto siendo miembros del Partido social-demócrata obrero de Rusia, como creando su propia organización el Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia).
A principios del siglo XX en San Petersburgo jusnto con las actividades en el idioma ruso tambíen se desarrollaban de alguna forma las actividades en yídish y hebreo. Fue en San Petersburgo donde en los años 1903-1909 se publicó el primer diario en yídish llamado Der Freind, que se distribuía mucho en el principal territorio étnico judío (desde 1909 empezó a publicarse en Varsovia).
El papel de San Petersburgo para los judíos de Rusia se puede determinarlo así: en la divisoria de los siglos XIX y XX San Petersburgo fue uno de los centros de cultura en hebreo e yídish y el centro principal de la cultura rusohablante.
Después de la revolución
La Revolución de Octubre de 1917 jugó un papel contradictorio en la vida de los judíos de San Petersburgo-Petrogrado. De una parte, los judíos pudieron venir a vivir libremente a la ciudad del Neva y su camtidad aumentó mucho desde 50 mil personas en 1917 hasta 103 mil en 1928. De otra parte, las numerosas entidades judías religiosas y educativas de Petrogrado-Leningrado se persiguían o se cerraban. Así cesaron los periódicos judíos más importantes, la comunidad religiosa judía, se prohibió eñ partido sionista, se cerró la Universidad Judía en la cual daban cursos de conferencias varios famosos rabinos.
En la época soviética fueron los judíos de Leningrado quienes siguiendo las tendencias palestinófilas del siglo XIX ocuparon la más activa posición acerca del derecho de emigrar a Israel. La ineficacia de esta lucha lleva a un paso desesperado: organización de un grupo sionista clandestino e intento de sucuestrar un avión. A pesar del fracasó las autoridades se vieron obligadas a abrir un poco las puertas. Al poco tiempo un arroyo pequeñó (en los años 1968-1983 se fueron 15 mil personas) se convirtió en el Éxodo. El aliyá de la antigua Unión Soviética a partir del año 1989 y hasta la actualidad superó un millón de personas. De acurdo a unos datos sólo de Leningrado-San Petersburgo se fueron más de 120 mil judíos. El 30% de ellos emigraron a Israel.

 Autor : Eugenia  guia de SanPetersburgo

sábado, 21 de julio de 2018

sueño capitaneado


Yaciendo en un adormecimiento momentáneo

Aislada de la multitud que me rodeaba y parloteaba

Mi mente a cien millas de aquellas voces vivía y soñaba

Capitaneada por los olores que a mi me llegaban
Navegaban mis pensamientos

Aquellos olores intensos, suaves y sensuales se me acercaban cada vez mas,

Un susurro al oído me guio en la profundidad de un olor, hasta lograr saborearlo con la mente

Efectivamente tu voz resurgida del pasado, me guio hasta un delicado corazón de alcachofa trufado y marinado, que en mi boca mental, estallo en infinitas sensaciones.

Gracias por volver a mi sueño de sensaciones que creía perdidos.


PL2018 Julio 


jueves, 8 de marzo de 2018

Aquellos Libros que me gustan




Es un libro de los que se leen con una cucharita y se mastica cada frase, donde cada palabra nos da un giro a la vida. Un libro que sales y entras de nuevo  sin saber el porque no puedes dejar de leer y volver a leer. Es un libro que se lee con el lápiz en la mano, que nos ayuda a anotar y borrar para volver a anotar o simplemente subrayar , lo que mas tarde queremos volver a leer.
Como decía es un libro que no se lee en dos días sino en dos años o dos meses, pero que al final volvemos en busca de aquella frase o aquella palabra que dejamos sin masticar.
Son estos libros que me gustan leer, que cuando vuelves a leerlos siempre encuentras significados nuevos a las reflexiones de tus apuntes o simplemente vuelves a leer una parte que dejaste para mas tarde y este mas tarde es un ahora.
Sea lo que sea me gustan aquellos libros que puedes dejar de leer sin que estén acabados pues son libros sin finales sino solo con principios. Libros con llenos que te llena y no defraudan por ser vacíos de sentidos.
Gracias a todos estos escritores que dan sentido a sus escritos.  
Patricia Lopez Cade
2018

martes, 14 de febrero de 2017

Destinos Sin Destino



DESTINOS SIN DESTINO


Tú, ligero y vigoroso

Flexible y agarrador como las  Glicinas

Floreces por dentro en la sombra de tu luz

Tienes luz propia enraizada en el mundo.



Yo, tenaz y cambiante como una Jacaranda,

 El viento en mis ramas hace que vuela y viaje

Más allá de mi copa

Vivo fuera de mis raíces

Pues enraizada en mí, viven.



Eres oído y mirada del paseante

Yo oído y voz del paseante



Pero ambas en solitario

Morimos, para volver a florecer más fuerte y con más ganas de vivir

Somos luchadores de los destinos sin destino.



P. Lopez 2017

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Cantina Fina MALAGA PURA


Màlaga Pura


Dirección: Calle Echegaray, 3, 29015 Málaga


En el centro peatonal de Màlaga, a pocos metros de la Catedral, del museo Picasso y del museo de Màlaga, nos encontramos con el restaurante Cantina Màlaga Pura. Ambiente cálido, acogedor y respirando Málaga con unas fotos del ayer y hoy de rincones de la capital. El servicio  profesional es atento y presto. Una carta volcada en platos malagueños con un toque moderno y variado productos del mercado, todo a un precio adecuado.
La carta de vinos centrada también en caldos de la provincia a un precio correcto y permitiendo el copeo. Muy recomendable en general.




La carta es clara y descriptiva de los alimentos alérgenos .
Tienen en cuenta las personas con una ciertas alergias alimenticias.